martes, 23 de junio de 2009

Aquí huele a humo de gato encerrado.

Me dice mi amiga Sandra que es normal no ser tan espontáneo en el amor cuando te haces mayor, y me ha regalado una metáfora preciosa sobre el fuego, aunque da un poco pena. Me dice que, con el tiempo, nos acaban instalando la alarma, y que cuidado con los mecheros. Así, al principio, somos casas nuevas, sin seguro, sin escalera de incendios y sin nada y, cuando quieres darte cuenta, tienes que pasar la ITE por peligro de derrumbe y te obligan a instalar un extintor en cada rellano; no tanto como alarma, pero como recordatorio constante de todo lo que puede pasar y de que existe un remedio, que huele mal y es muy aparatoso, pero podría extinguirlo todo en cuestión de segundos; en especial al principio, si el fuego no es muy intenso. Y antes era más fácil: si te quemabas entero, te acababas inmolando con placer porque sabías seguro que no te ibas a consumir totalmente o, a lo peor, que construirían un edificio equivalente en tu lugar. Con 36 años he acabado pasándome la vida en el rellano, mirando de reojo esa cosa roja detrás del cristal en el que pone "romper en caso de emergencia", mientras sostengo un mechero en la otra mano, y no puedo dejar de pensar en Nerón.

1 comentario: