martes, 27 de abril de 2010

Solaz.

Lloraba, por fin. Toda esa liturgia que siempre le había resultado ajena venía de una vez por todas a hacerle gritar por dentro, como tanto había necesitado. Parecía mentira que una misa de difuntos pudiera aliviarle de un modo imposible de alcanzar para amigos, libros, alcohol y otros sucedáneos de consuelo. Y así, dos veces cada día en la iglesia del barrio. ¡Qué más da que no fueran sus muertos!

jueves, 22 de abril de 2010

Desalentado.

Todas sus mañanas empezaban de manera idéntica. En medio de la vigilia previa al despertar, el mismo pensamiento se abría paso, lacerante, justo antes de abrir los ojos : “esto no puede seguir así… la situación es insostenible… no quiero despertarme junto a él ni un día más… nos estamos haciendo tanto daño…”. En general, las ganas se habían disuelto en un zumo de miedo y pereza, ya en el momento de levantar la taza del váter. “Total, qué más da un día más... pero de mañana no pasa”. Y así cada amanecer durante los últimos cuarenta y seis años.

martes, 13 de abril de 2010

Todo es siempre lo que parece.

Haces mal en mentirme. Nadie te lo ha dicho (no podrían), pero cuando mientes, tus pestañas adquieren un tono verdoso fluorescente que sólo yo puedo ver (ya he preguntado a otra gente que te conoce y nada). Así que déjalo estar y dime la verdad siempre, a menos que quieras volver a preguntarme por qué parezco azul cuando estoy contento pero tengo cara de marciano o de calabacín cada vez que me ves llorando. Es sólo un reflejo.