jueves, 22 de abril de 2010

Desalentado.

Todas sus mañanas empezaban de manera idéntica. En medio de la vigilia previa al despertar, el mismo pensamiento se abría paso, lacerante, justo antes de abrir los ojos : “esto no puede seguir así… la situación es insostenible… no quiero despertarme junto a él ni un día más… nos estamos haciendo tanto daño…”. En general, las ganas se habían disuelto en un zumo de miedo y pereza, ya en el momento de levantar la taza del váter. “Total, qué más da un día más... pero de mañana no pasa”. Y así cada amanecer durante los últimos cuarenta y seis años.

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