viernes, 5 de marzo de 2010

Brechando.

Empezó como una pequeña vejiga, para después reventar y pasar a ser un corte imperceptible, que no me dolía. Con el tiempo, se convirtió en lo que cualquiera hubiera identificado fácilmente como una señora brecha. Profunda pero también indolora. Cuanto más grande se hacía, cuanto más hondo llegaba, más feliz era yo, y más cosas recuperaba: los domingos por la mañana; llorar leyendo; leer llorando; andobailar por la calle con los auriculares; provocar a personas y objetos para que tuvieran ganas de hacerme sentir dichoso (y conseguirlo); decirme las cosas despacio, sin cruzar los dedos por detrás; obligarme a cerrar la boca cada vez que saliera un “sí”… Y entonces me di cuenta. No era una brecha cualquiera, era una brecha con nombre, con pedigree. Una auténtica y genuina brecha en la (mala) costumbre, sí señor. En ese tipo de costumbre que de tanto conocerla, deja de oler mal, aunque sea pura ponzoña. La próxima vez, recordaré proveerme de objetos cortantes.

1 comentario:

  1. He llegado a este blog poniendo "todo me sale del revés" en el google (imagínate qué días llevo), y parece que me ha arrancado una sonrisa... Muchas gracias, y felicidades por escribir cosas tan bonitas.

    ResponderEliminar