miércoles, 14 de octubre de 2009

Aprender a guardar la comida en los mofletes.

Mi amigo Ismael me ha dado la clave: en relación al sexo y, por qué no, al amor y a todo lo demás, nos comportamos en nuestras vidas como hamsters corriendo en la rueda. No por hacer ejercicio, sino creyendo que vamos a llegar muy lejos. De cuando en cuando (y aún intuyendo que el suelo que se mueve bajo nuestros pies se repite de forma cíclica), todo nos parece nuevo y nos repetimos a nosotros mismos que tal inmovilidad es imposible, teniendo en cuenta lo renovado de nuestras energías y lo radicalmente distinto que parece todo. Estamos convencidos de estar moviéndonos, pero lo más probable es que esa catarsis renovadora responda a que alguien nos haya limpiado el fondo de la jaula y haya puesto una hoja de lechuga fresca, que no huela ya a decepción y a pocasganasdeseguir. A lo sumo, y con una mucha suerte, una jaula más grande, con otra rueda a juego, pero que lleva al mismo sitio que la anterior. Poco más.

2 comentarios:

  1. Démonos esperanzas, el ejercicio puro, sin ningún objetivo, es un fin en sí mismo. Una diversión necesaria. Los hamsters son felices mientras corren, su alegría es contagiosa, también hay que tenerlo en cuenta.

    ResponderEliminar
  2. yo siempre he sido más de esos tobogancitos transparentes que de ruedas. mínimo esfuerzo físico supongo. pero es que es tan guai dejarse caer por un tobogán multicolor, incluso si al llegar tan sólo te espera una jaula llena de mierda

    ResponderEliminar